"Hay ocasiones en las que uno tarda una fracción de
segundo en aceptar la brusca ausencia de todo lo que le ha pertenecido: igual
que la luz es más veloz que el sonido, la conciencia es más rápida que el
dolor, y nos deslumbra como un relámpago que sucede en silencio. Por eso
aquella noche Biralbo no sentía nada contemplando a Lucrecia ni comprendía del
todo lo que significaban sus palabras ni la expresión de su rostro. El
verdadero dolor llegó varias horas más tarde, y fue entonces cuando quiso
recordar una por una las palabras que los dos habían dicho y no pudo lograrlo.
Supo que la ausencia era esa neutra sensación de vacío."